Mujeres y libertarianismo: Heroínas libertarias.


 El libertarianismo, si bien ha captado la atención de muchas personas en el último tiempo, sigue siendo una filosofía relativamente desconocida. En términos de participación política a nivel mundial, la conformación de alternativas libertarias es más bien marginal. Si se toma como ejemplo el caso de Estados Unidos -país fundado incluso en los valores de la libertad- la adhesión al Libertarian Party sólo alcanza un 0.4% del universo de votantes inscritos.
Y esto puede ser explicado por la distancia existente entre las ideas libertarias y la praxis propia del quehacer político: libertarios no buscan gobernar sino limitar al máximo la acción del gobierno sobre las personas
Y en este escenario, encontrar mujeres en el libertarianismo es aún más extraño. Este hecho puede ser interpretado de distintas formas.
Una hipótesis feminista sugiere que no hay muchas mujeres liberales porque los espacios libertarios, siendo mayoritariamente dominados por hombres, no son amigables hacia el género y no representan los intereses de las mujeres. Es muy posible que este factor contribuya en alguna medida a la brecha de género en el libertarismo, pero es probable que tenga además relación con las distintas formas de entender el mundo: las mujeres solemos ser más emocionales, y los hombres más racionales. (Esto, de acuerdo a la actividad de los hemisferios cerebrales; mayor actividad en el hemisferio derecho en mujeres y mayor actividad en hemisferio izquierdo en hombres, aunque no existan conclusiones definitivas al respecto). Podría señalarse también que las mujeres, psicológica e incluso evolutivamente hablando, se sienten más cómodas en espacios de seguridad, y planteamientos libertarios tales como la despenalización de las drogas, el aborto, y la limitación del gobierno y sus prestaciones sociales, de alguna manera son contrarios a ella. Los entornos de libertad e instituciones como el mercado pueden resultar muy vertiginosas para mujeres que buscan estabilidad. [1]

Ser mujer y libertaria, entonces, es un desafío intelectual y social. Se requiere abandonar ciertas nociones emocionales en la comprensión de los problemas e ir un poco más allá de lo aparente. Se requiere pensar más allá del confort inmediato. Esto no significa en lo absoluto que mujeres libertarias sean insensibles o indiferentes ante el sufrimiento ajeno o los problemas sociales, significa simplemente que se cree que la solución a muchos de estos problemas puede resolverse con más libertad y no con mayor intervención. Se cree en el voluntarismo. Pero entender todas las implicancias de esta problemática muchas veces no es fácil, sino más bien una tarea compleja: se requiere derribar muchas barreras mentales y culturales.
Una de ellas, de vital importancia, es entender la naturaleza pacífica y mutuamente beneficiosa del mercado. Indagar en conceptos como el «capitalismo» o «la propiedad privada» sin ningún prejuicio ideológico es un apasionante punto de partida.
Porque si se desecha, para efectos de comprensión, el sesgo negativo que normalmente se le atribuye a estos conceptos, puede vislumbrarse claramente ahora el importantísimo papel que ha jugado el capitalismo de libre mercado en la emancipación femenina.
La invención de la píldora anticonceptiva, la lavadora automática y la tecnología microondas, son sólo algunos ejemplos del ahorro de tiempo y trabajo que permitió a las mujeres poder dedicarse a otras tareas para unirse al mundo laboral y lograr mayores espacios de independencia y autonomía.

Y más importante aún: desde un punto de vista filosófico, el beneficio que implica tener la opción de decidir qué hacer con la propia vida, en contraste con lo que indique una burocracia centralizada, hace que el feminismo -entendido como la reivindicación femenina de igualdad de derechos- sea intrínsecamente libertario. 

Tanto el feminismo de primera ola, «feminismo ilustrado», como el de segunda ola, «feminismo liberal-sufragista», comprendieron la necesidad de abogar por la igualdad de derechos. El feminismo de tercera ola, en tanto, al buscar igualar condiciones entre ambos sexos a punta de regulaciones e intervención estatal, promueve la discriminación positiva, y de esta forma se aleja irremediablemente de sus orígenes libertarios.

De esta manera, no puede sino considerárseles como heroínas del libertarianismo a aquellas mujeres que no buscaron nunca la intervención estatal ni una ley de cuotas para provocar cambios, sino que fueron ellas mismas con sus acciones, testimonio de la grandeza que puede alcanzar una mujer en entornos de libertad y cuyo legado continúa vigente. 

Tres fueron las pioneras del libertarianismo en Estados Unidos. [2]




Rose Wilder Lane

Hija de Almanzo James Wilder y Laura Ingalls, campesinos, tuvo que dejar tempranamente la casa de sus padres en busca de oportunidades en la ciudad, donde rápidamente consiguió un empleo nocturno en Western Union, lo que le permitiría dedicarse en su tiempo libre a su gran afición: la lectura. 
En 1908, se trasladó a San Francisco para otro trabajo de Western Union y conoció al vendedor de publicidad de Gillette Lane, con quien se casaría. Quedó embarazada pero no pudo concebir al bebé por muerte fetal. Nunca pudo convertirse en madre, y su matrimonio finalizó.

Gracias a su afición por la lectura, se hizo de algunos contactos y consiguió trabajar como periodista escribiendo una columna en un diario.

Fue invitada por la Cruz Roja a un viaje a Europa en donde, para su sorpresa, no encontraría en Europa «la cuna de la civilización», ni tampoco en el comunismo el sistema que aseguraba el bienestar para la gente como había pensado, sino el lado más oscuro y sangriento de los regímenes socialistas totalitarios.
Este hecho probablemente la hizo reflexionar aún más sobre el valor de la libertad y de regreso en Estados Unidos, comenzaría a escribir en muchas otras publicaciones y periódicos.
Tras la Gran Depresión perdió casi todo su dinero, y tuvo que seguir trabajando duro, mientras sus publicaciones y novelas, en torno a los valores del trabajo independiente y el esfuerzo fueron adquiriendo mayor notoriedad.
En 1942, un editor de John Day Company le pidió que escribiera un libro sobre la libertad, el cual vio la luz finalmente en 1943: «El descubrimiento de la libertad, la lucha del hombre contra la autoridad».
Las crónicas de Lane trataban sobre la gente común, que a través de la historia de la humanidad, desafiaron a los gobernantes para formar una familia, producir alimentos, participar en industrias, en el comercio, y contribuir de muchas maneras a mejorar la vida humana. Ella versaba sobre la Revolución Americana, que ayudó a asegurar la libertad  y desató una energía fenomenal para el progreso humano.
Con agitación, y una prosa a veces melodramática, atacó innumerables influencias colectivistas, incluyendo las escuelas del gobierno y las llamadas regulaciones económicas «progresistas»; Ridiculizó las afirmaciones de que los burócratas podrían hacer mejores cosas por las personas de lo que podrían hacer por sí mismas. «Cinco generaciones de estadounidenses han llevado a la revolución» -declaró- «se acerca el tiempo en que los estadounidenses van a configurar todo este mundo libre».

El individualista Albert Jay Nock fue pródigo en alabanzas al libro, pero Lane no quedó satisfecha con su obra y no concedió el permiso para reimprimir otra edición. Sólo se imprimieron mil ejemplares del libro durante su vida y hoy circula como un clásico underground.

En muchos de sus escritos, Rose Wilder Lane interpretó a la joven Laura Ingalls Wilder, su madre, como una heroína libertaria. Por ejemplo, en La Pequeña Casa En La Pradera, describe sus pensamientos de esta manera: «Los estadounidenses son libres. Eso significa que tienen que obedecer sólo a su propia conciencia. No hay jefes, ni reyes. Pá es su propio jefe (...) cuando esté un poco mayor, Pá y Má dejarán de decirme qué hacer, y no habrá ninguna otra persona que tenga el derecho a darme órdenes».

En 1974, la cadena televisiva NBC comenzó a adaptar los libros de La Casa de la Pradera, que sería un éxito de popularidad durante nueve años y daría lugar a más de 200 programas. Luego, un pacto de sindicación aseguraba que se retransmitirá una y otra vez por lo menos durante el próximo cuarto de siglo. Michael Landon escribió y dirigió muchos espectáculos, y actuó como el padre de Laura, Charles Ingalls.

Lo último de Lane fue un libro sobre las costureras en Estados Unidos, que se convirtió en un himno de la libertad. 




Isabel Paterson

De origen humilde, también valoró el trabajo y el esfuerzo desde muy joven. Fabricó jabón, cuidó ganado, y asistió sólo dos años a la escuela. Sin embargo le gustaba leer. En casa, leyó lo que estuviese a su alcance: La Biblia, Shakespeare, Charles Dickens o Alejandro Dumas.

Al cumplir 18 años, Paterson se fue de su casa. Trabajó como camarera, contable, y mecanógrafa, ganando $20 al mes. Ella estaba orgullosa de ser independiente.

Aguda lectora, redactó cerca de 1200 columnas en periódicos, pero fue con su libro "El Dios de la Maquina" con el que inmortalizaría su nombre en el mundo libertario: constituyó un potente ataque al colectivismo y explicó la extraordinaria dinámica de los mercados libres.
Al igual que Lane, también vivió una separación tras un breve matrimonio, lo que acentuaría su carácter independiente.
En 1924, comenzó a escribir una columna semanal en los periódicos, convirtiéndose en un foro influyente para el próximo cuarto de siglo. Ella utilizaba los libros como punto de partida para hablar de prácticamente cualquier cosa. Muchas columnas afirmaron su compromiso con el individualismo americano. Atacó a las sociedades colectivistas basadas en el Estado y defendió el capitalismo dinámico. Denunció el intervencionismo de Herbert Hoover y el New Deal de Franklin Roosevelt.

Muchas columnas exploraron temas que se convirtieron en la base para el Dios de la Máquina, publicado en mayo de 1943. Paterson atacó el fascismo, el nazismo y el comunismo como variedades del mismo mal: el colectivismo. Dedicó algunas de sus líneas más elocuentes a Stalin, deleitando a muchos intelectuales. Cualquier persona que imagina que los horrores del socialismo fueron expuestos sólo recientemente, se sorprendería al ver cómo Paterson ya entendía claramente por qué el colectivismo siempre significa estancamiento, atraso, corrupción y esclavitud.
Hay mucho más en este gran libro. Paterson proporcionó una gran visión general de la historia de la libertad. Aclaró por qué la libertad personal es imposible sin libertad política. Defendió a los inmigrantes, denunció el reclutamiento militar, la planificación central de la economía, la sindicalización obligatoria, las ayudas a las empresas, el papel moneda, y las escuelas gubernamentales obligatorias. Explicó mucho antes de que la mayoría de los economistas, cómo las políticas del New Deal prolongarían la Gran Depresión.

En 1949, las opiniones libertarias de Paterson fueron demasiado lejos para los editores del New York Herald Tribune, y fue despedida. No obstante, manifestó su agradecimiento, diciendo que probablemente publicaron más de su trabajo de lo que se habría tolerado en cualquier otro lugar. Le dieron una pequeña pensión, e invirtió sus ahorros en bienes raíces. Se negó a recibir la seguridad social, devolviendo su tarjeta en un sobre rotulado "La estafa de la seguridad social", mientras tanto, se había convertido en un punto focal para el movimiento libertario en ciernes. Por ejemplo, después de que Leonard Read, fundara la Fundación para la Educación Económica, ella le presentó al influyente periodista John Chamberlain, a quien había ayudado a convertir en un libertario, y una larga década de colaboración floreció.

Paterson fue la mentora de la joven de origen ruso Ayn ​​Rand que, 19 años más joven, se unió a su semanal para corregir el tipeo de sus reseñas de libros en el Herald Tribune. Ella introdujo a Rand a muchos libros e ideas acerca de historia, economía y filosofía política, ayudándola a desarrollar una visión del mundo más sofisticada. Cuando la novela de Rand El manantial se publicó, Paterson la promovió en una serie de columnas del Herald Tribune. Los libros de Rand superaron a los de Paterson -ocurrió en todo el mundo- vendiendo unos 20 millones de copias.




Ayn Rand

Alissa Rossenbaum, una joven rusa de clase media que después de la escuela estudiaba francés y alemán en casa, resolvió convertirse en escritora -inspirada por una revista- a los nueve años de edad.
La cómoda vida familiar que disfrutaba se terminó cuando el Zar entró en la Primera Guerra Mundial, lo que devastó la economía del país. Dentro de un año, más de un millón de rusos fueron muertos o heridos. El gobierno fue a la quiebra. La gente tenía hambre. Los bolcheviques explotaron el caos y tomaron el poder en 1918.
La revolución rusa estimuló a la joven Alissa a inventar historias sobre individuos heroicos que luchan contra reyes o dictadores comunistas. En ese momento también, descubrió al novelista Victor Hugo, cuyo estilo y héroes imponentes cautivaron su imaginación. 

En 1925, los Rosenbaum recibieron una carta de unos familiares que habían emigrado a Chicago más de tres décadas antes escapando del antisemitismo ruso. Alissa expresó entonces un deseo ardiente de ir a Estados Unidos. Los familiares accedieron a pagar su pasaje y ser financieramente responsables de ella. Milagrosamente, los funcionarios soviéticos le concedieron un pasaporte para una visita de seis meses. El 10 de febrero de 1926, abordó el barco De Grasse y llegó a Nueva York con $50.

Ya en Chicago, comenzaría a forjar su sueño de ser escritora y se decidió por un nuevo nombre de referencia: Ayn, después de oírlo de un escritor finlandés nunca había leído, pero le gustaba el sonido. Y un nuevo apellido: Rand, en honor a su máquina de escribir, Remington Rand. Se presume que podría haber adoptado un nuevo nombre para proteger a su familia de posibles recriminaciones por el régimen soviético.
Sus obras están marcadas con el sello de quien conociera el horror del comunismo en contraste con la prosperidad de una nación pujante forjada en el capitalismo y la libertad.

Sus novelas, mundialmente famosas y su filosofía objetivista la han convertido en quizás el mayor referente femenino libertario a nivel mundial. Durante el último medio siglo, nadie hizo más que Ayn Rand para ganar adeptos para la libertad. Sus libros se venden a razón de 300.000 copias por año sin ningún anuncio editorial o asignación de lectura por parte de profesores universitarios. De hecho, sus obras han sido criticadas por la mayoría de los intelectuales. Su perdurable atractivo en el tiempo es un fenómeno sorprendente.




Rand, Paterson, y Lane se vieron poco entre sí en sus últimos años. Rand y Paterson,  tuvieron una división amarga durante la década de 1940; después de la publicación de La rebelión de Atlas, Paterson intentó una reconciliación con Ayn sin éxito. La amistad de Paterson con Lane, en tanto, aparentemente había terminado en algún tipo de controversia intelectual. Tras sufrir la gota y otras enfermedades, Paterson se fue a vivir con dos de sus amigos, Ted y Muriel Hall a Montclair, Nueva Jersey.  Allí murió el 10 de enero de 1961, a los 74 años de edad. Fue enterrada en una tumba sin nombre.

Aunque Lane permaneció activa durante toda su vida - a los 78 años fue enviada a Vietnam como corresponsal para el día de la mujer- ella apreciaba la vida en su hogar de Danbury, Connecticut. Un año más tarde, el 29 de noviembre de 1966, horneó pan para varios días y subió a dormir. Nunca despertó. Su gran amigo y heredero literario, Roger MacBride, llevó sus cenizas a Mansfield, Missouri, y las enterraron junto a su madre y a su padre. En su sencilla lápida se grabaron algunas palabras de Thomas Paine: "Un ejército de principios puede penetrar donde un ejército de soldados no puede. Ni el canal ni el Rhine detendrán su progreso. Se marcharán en el horizonte del mundo y vencerán".


Rand, por su parte, había peleado con muchos amigos y llevado una vida más bien solitaria durante sus últimos años. Soportó una cirugía de cáncer de pulmón. Se centró en sí misma después de la muerte de su esposo Frank O'Connor  en 1979, sin prestar atención cómo sus ideas inspiraron a millones de personas. Dos años más tarde, disfrutó de una vista alentadora, sin embargo; el empresario James Blanchard tenía un tren privado para llevarla desde Nueva York a Nueva Orleans, donde 4.000 personas vitorearon su defensa contundente de la libertad.

El corazón de Rand comenzó a fallar en diciembre de 1981. Ella soportó tres meses más, pidiéndole a su colaborador más cercano, Leonard Peikoff, que terminase varios proyectos. Murió el 6 de marzo de 1982. Fue enterrada junto a O' Connor en Valhalla, Nueva York, con unos 200 personas que arrojaban flores sobre el ataúd. Ella tenía 77 años.






Con sus reconocidas excentricidades, Rand, Paterson, y Lane fueron milagros. Salieron de la nada y con un extraordinario coraje y determinación desafiaron con valentía un mundo colectivista y corrupto. Afirmaron el imperativo moral para la libertad. Mostraron que todas las cosas son posibles y despertaron la admiración de miles de personas, no tan sólo en Estados Unidos, sino que en todo el mundo.




NOTAS: 

[1]: https://www.libertarianism.org/columns/why-arent-more-women-libertarians

[2]: https://fee.org/articles/rose-wilder-lane-isabel-paterson-and-ayn-rand-three-women-who-inspired-the-modern-libertarian-movement/








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