El cambio climático y las distintas posturas adquiridas en libertad*
*[En respuesta a «Los Libertarios y el Cambio Climático»: https://www.capital.cl/los-libertarios-y-el-cambio-climatico/]
Se
intenta argüir en la columna que el rechazo al consenso podría
fundamentarse en la adhesión al anarquismo metodológico de Feyerabend y que
seguir esa línea de razonamiento podría terminar por validar conclusiones
-por ejemplo- del feminismo moderno y del movimiento anti-vacunas. Lo
cierto es que la defensa de una ausencia
de método no invalida en ningún caso el ejercicio de refutación
«popperiana»; apenas cuestiona que exista una metodología
estándar para acercarse a una verdad. Proponer que cualquier
método pueda ser válido no es lo mismo que decir que cualquier teoría es
válida. El método es la vía de acercamiento a una 'verdad', la teoría en
tanto, es el
producto de aquel acercamiento, de aquel método.
(Homologación con feminismo no es válida en cuanto es un fenómeno social y
no material; tampoco es correcto homologarlo al movimiento anti-vacunas y
su relación con el autismo, pues esta postura no ha podido lograr
ningún respaldo médico serio y los intentos de demostrar la relación han
sido estériles). No, no es tampoco un problema de 'método', sino la
existencia de –aún- muchas interrogantes y el notorio intento de
silenciarlas.
Como
primera consideración, me parece incorrecto referirse a «los libertarios»
como un grupo homogéneo, entendiendo que, si bien hay principios comunes,
el libertarianismo rechaza -y por eso se diferencia de otras corrientes
filosóficas- el actuar como un colectivo uniforme: habrá
libertarios que adhieran al consenso (los hay, de hecho), como
también negacionistas y escépticos.
Hecha la
precisión, y concediendo -para el avance de la discusión- que puede
existir un amplio porcentaje escéptico o derechamente negacionista, habrá
que evaluar las razones implicadas.
Como bien
se señala en el artículo, los libertarios son más bien reacios a aceptar
una autoridad per
se pues se desconfía del ejercicio del poder. Cuando este poder
es además ejercido coercitivamente se convierte en un elemento que debería
ser minimizado (sino eliminado).
Los hombres
-todos iguales en dignidad y trato ante la ley- aceptarán la autoridad
(llámese gobierno, iglesia o comunidad científica) en la medida en que la
adhesión a aquella autoridad proceda del consentimiento. Se cree en la
persuasión, en el poder de la razón y en los argumentos. Se rechaza o
desconfía de lo que pretende imponerse a otros coercitivamente. «Las
buenas ideas no necesitan ser impuestas por la fuerza».
Pero incluso
esa desconfianza en la autoridad -inherente a la filosofía libertaria
misma- no explica por si sola el rechazo a acuerdos gubernamentales como
el «Acuerdo
de París».
Persisten
objeciones puramente científicas ya sea a la causa (antropogénica) o al efecto
(elevación de la temperatura global) que no han sido explicadas
satisfactoriamente. Si bien se recurre constantemente a la existencia
de un «consenso» con respecto a causas y efectos del calentamiento
global, existen denuncias abiertas de manipulación de datos de aquel
consenso [1] que no han sido aclaradas.
Muy dudosa
también resulta la reputación del IPCC Intergovernmental
Panel on Climate Change -autoridad en esta materia- cuyos
informes han sido fuertemente cuestionados y donde algunos de sus miembros,
partícipes incluso de la elaboración de los mismos, han reconocido (y
denunciado) su proceder deshonesto [2].
Es tal la
imagen de poca transparencia y corrupción en este organismo que incluso se
ha publicado cuáles deberían ser las reformas que debería hacérsele para
que pueda aumentar su credibilidad [3].
Si bien ya
resulta problemática la falta de confiabilidad, además resulta sospechosa la
urgencia por la aceptación de la hipótesis del calentamiento global
antropogénico. Desde un punto de vista epistemológico, la existencia de
fenómenos complejos en la ciencia no puede
ser zanjada recurriendo al 'consenso'. El principal reclamo de los científicos
escépticos es que puntualmente en este caso, la problemática no admite
disidencia a pesar de que no hay respuestas plenamente satisfactorias: una
especie de «Neo-Inquisición».
Lo que hoy
sabemos con mayor grado de exactitud persiste -más que por la existencia
de un consenso- porque las objeciones a las teorías científicas fueron
exitosamente falsadas a través de décadas -y siglos- de investigación,
cosa que hoy simplemente no ocurre ante las objeciones a este fenómeno. El
humilde ejercicio científico de ver en los errores una fuente de continuo
aprendizaje –el insigne ensayo y error- hoy ha sido reemplazado por la
arrogante superioridad del consenso. ¿En qué momento la ciencia permitió
que la supuesta existencia de este (y no las constantes refutaciones y
falsaciones fruto de la investigación) permitieran declarar las causas de
un problema complejo como un fenómeno «indiscutible»? Y más aún:
una mirada científica, honesta e impregnada en la humildad de entender
nuestro limitado conocimiento ¿permitiría declarar algo como indiscutible o
«zanjado»?
¿No es
acaso deseable para el avance científico que existan intentos de
refutación, objeciones y cuestionamientos constantes? ¿No incentiva acaso
a que la parte cuestionada entregue su mejor esfuerzo por despejar dudas y
encontrar nuevas luces?
Si bien dar
una discusión de esta naturaleza por zanjada es una conducta abiertamente
anti-científica, aún hay que revisar la otra magnitud del problema: los
efectos implicados tras la aceptación de la hipótesis antropogénica del
cambio climático.
Sólo para
efectos analíticos, asumiremos que el consenso con respecto a causas y
efectos está en lo correcto, y en ese caso:
¿Por qué
no dejar en manos de la propia sociedad civil organizada y el mercado las
posibles soluciones y privilegiar el ejercicio de libertad negativa? Si
desde el libertarianismo se quiere limitar o llevar al mínimo el rol
coactivo del gobierno sobre los proyectos vitales de las personas ¿no
sería acaso la oposición a un tratado que restringirá la actividad de
ciertas industrias una postura consecuente, sobre todo cuando se trata del
cumplimiento de un acuerdo cuyos efectos además de inciertos
son marginales [4]?
El
escepticismo en los libertarios –y también en los no libertarios- debería
celebrarse. Es consecuencia pura. Si algún día se explica
satisfactoriamente esta problemática, los escépticos podrán sentirse
satisfechos, pues contribuyeron a consolidar (o descartar) de alguna
manera ciertas nociones en la construcción de conocimiento.
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Según Murray
Rothbard, héroe libertario, las emanaciones contaminantes constituyen «una
agresión sobre la vida y la propiedad» y el emisor de
contaminantes debe pagar el costo de hacerlo. El beneficio de
esto es hacerse consciente de que no es conveniente contaminar y
por lo tanto, buscar alternativas para no hacerlo. Un libertario
preocupado por el medioambiente, debería en consecuencia, estar de acuerdo
en la privatización de los recursos naturales, que además de evitar la tragedia
de los comunes [5], identifica a los contaminadores y los hace pagar
por ello.
Una solución
de Coase [6], además de ser compatible con la no violencia, es
siempre más eficiente que un tratado político o legislación determinada,
que puede obedecer a otros intereses.
NOTAS:



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